Ismael Rivera Rivera

LUGAR DE NACIMIENTO: 
Santurce, Puerto Rico
FECHA DE NACIMIENTO: 
5 de octubre de 1931
FECHA DE FALLECIMIENTO: 
13 de mayo de 1987 

Ismael “Maelo” Rivera es un personaje imprescindible en nuestra historia cultural por establecer nuevas tendencias en la música puertorriqueña.  Bautizado como el “Sonero Mayor” por el cubano Benny Moré, es recordado porque como cantante gozó de unas virtudes sin igual, con un dominio ejemplar de la clave con un uso extenso de la polirrítmia, un buen fraseo y un maravilloso arte de la improvisación. Uno de sus grandes méritos fue transformar las formas de nuestro canto popular al ritmo de su “Maquinolandera” y su “Arrecotín arrecotán”, con un sentimiento callejero que dignificó a “Las caras lindas” de nuestra gente negra y pobre. Su trayectoria nos dejó un legado que trasciende la maravilla de sus interpretaciones, consignadas en “Las tumbas”, “La Perla”, “Colobó”, “La soledad” y “Las ingratitudes”.

Nacido en el popular barrio capitalino de Santurce, el 5 de octubre de 1931, Ismael Rivera soñó desde niño con la idea de ser cantante, aunque sus primeros oficios fueron de limpiabotas y albañil. Quienes lo recuerdan, narran que desde niño construía instrumentos rudimentarios para alborotar por su vecindario, hasta que en 1948 se integró como bongocero al Conjunto Monterrey dirigido por Monchito Muley. Poco después, en 1952, como muchos otros puertorriqueños se vio obligado a ingresar al ejército de guerra de Estados Unidos, pero fue licenciado en poco tiempo por no hablar inglés.

Ismael Rivera debutó como cantante profesional en 1954 junto a la Orquesta Panamericana del maestro Lito Peña. Su primer éxito fue “Chacha in blue”, aunque se recuerda más por su interpretación de “Charlatán”. En 1955 se une a El Combo de Rafael Cortijo, su amigo y compadre, y se coloca como una de las mejores voces de Puerto Rico con sus majestuosas vocalizaciones de “El bombón de Elena” y “El negro bembón”, haciendo bailar a todos “Con la punta del pie”, siempre con un peculiar “Saoco” que sólo podía disfrutarse con “Tambores africanos”.

Como cantante del Combo de Cortijo generaba un salario de $32.80 semanales, una cantidad menor a los $55.00 que ganaba como albañil. Mas era tanta su fascinación por el arte musical que nunca le preocupó el dinero ni la fama. Precisamente, el tema “El bombón de Elena” se pegó en la radio al mismo tiempo que “Charlatán”, lo que posicionó a Ismael Rivera como uno de los pocos artistas nacionales de la época en colocar en el gusto popular dos canciones simultáneamente acompañando a dos orquestas diferentes.

Con el Combo de Cortijo permaneció hasta 1962 cuando, de regreso a la Isla después de una gira musical por Panamá, fue ingresado a prisión en la ciudad de Lexington, en el estado de Kentucky, al ser acusado de posesión de drogas. Por ese delito cumplió cuatro años de cárcel. A su salida de prisión, en 1966, lo esperaba un contrato con el sello discográfico Tico, perteneciente al emporio de Fania, con el que reencaminó su carrera musical al fundar en la ciudad de Nueva York su orquesta Los Cachimbos y junto a la que grabó 11 discos. En el ínterin, participó junto a la agrupación de Rafael Cortijo en la grabación de los discos “Bienvenido” (1966) y “Con todos los hierros” (1967).

Su próximo junte musical con el Combo de Cortijo fue el 25 de junio de 1974, en un concierto celebrado en San Juan con los integrantes originales de la agrupación. El encuentro derivó en el álbum “Juntos otra vez”, que fue reeditado en 1982 con el nombre de “Ismael Rivera: Sonero Número 1”. Recordado por su grito de “ecuajei”, Maelo nos regaló un repertorio musical maravilloso que transita varios géneros caribeños, matizados con una línea temática diversa y que hoy son una discografía inmortal que es referencia obligada para el estudio de la música popular puertorriqueña. 

Durante su estancia en Nueva York, Ismael Rivera también cantó con Tito Puente y, en 1971, grabó un disco ejemplar junto al destacado percusionista Francisco “Kako” Bastar que se denominó “Lo último en la avenida”. Para 1979 era considerado el artista mejor pagado por la casa disquera Fania junto a Celia Cruz.

Entre su discografía se encuentra la grabación de un tema en ritmo de soul, “Yo no quiero que te enamores”, aparecido en el disco “Soy feliz” en 1975. Años más tarde, en 1981, fue la sensación del concierto de Bob Marley y sus Wailers, en París y ante la expectación de 75,000 personas. Fue, además, el primer cantante negro de música popular en aparecer en televisión y en una producción cinematográfica nacional: “Maruja” (1959), seguido por su participación en el filme italo-francés “Calypso” y la cinta italiana “Mujeres en la noche”.

Su trayectoria artística se elevó como nunca, engrandecida por el recuerdo de los miles de puertorriqueños que todavía cantan “Mi negrita me espera”, “Incomprendido”, “Oriza”, “Perfume de rosas”, “Cúcala”, “El chivo”, “Cara de payaso”, “Mi libertad eres tú”, “La llaman solita”, “Dime por qué”, “Hasta mañana”, “Traigo salsa”, “El pañuelito”, “De todas maneras rosas”, “Hola” y “Lo dejé llorando”, entre otras melodías que han quedado selladas en la historia de la canción puertorriqueña y caribeña. También se destacó como compositor. Suyos son los temas “Sola vaya”, “Arrecotin arrecotán”, “Amor salvaje”, “Aquí estoy, ya yo llegué”, “La cumbita”, “Mi libertad eres tú”, “El que no sufre no vive” y “Besito de Coco”, este último popularizado por Celia Cruz.

La herencia que nos deja la figura de Ismael Rivera, quien fue fiel devoto del Cristo Negro de Portobelo, supera los límites que conforma nuestro pentagrama, llegando a ser digno representante de la elevación de nuestra herencia africana, justo en el momento en que el país también disfrutó de la magna revolución racial que colocó los nombres de los peloteros negros Roberto Clemente y Peruchín Cepeda en la cúspide la fama.

Desde mediados de la década de 1980, la fama del artista comenzó a descender luego que en 1983 se le diagnosticara cáncer en la garganta. De la misma manera, la muerte de Rafael Cortijo, el día de su cumpleaños en el año 1982, fue un evento que le afectó emocionalmente. Al momento de su fallecimiento, el 13 de mayo de 1987, a sus 56 años de edad, el creador de las frases “maribelemba”, “ecuajey” y “sacude zapato viejo” había descendido en fama aunque su presencia musical siempre gozó de la veneración de los melómanos. La tarde de su muerte estaba en su casa, sentado en una silla y sobre el hombro de su madre, Margarita Rivera García (“Doña Margó”), autora de sus inolvidables éxitos “Maquinolandera” y “Las ingratitudes”.

“Fue el sonero más grande que ha habido en la música antillana, con unas condiciones vocales increíbles, un instinto para cantar y un conocimiento de la rítmica. Tenía mucha raíz, mucha crianza y después que él surgió, los demás salieron. Él fue el adalid de eso, el abanderado principal”, expresó en una ocasión el compositor puertorriqueño Catalino “Tite” Curet Alonso, en referencia al versado cantor.

Las melodías que interpretó Ismael Rivera contaron historias, como “Micaela”, “Juan José”, “La hija de la vecina”, “Perico”, “Madame Calalú”, “La gata montesa”, “Los apuros de Miguel”, “La sazón de abuela” y “El pilón de Tomasa”. Su voz le cantó a “Borinquen” y también hubo expresiones románticas como “Tonto del amor”, “Lágrimas puras”, “Besitos de coco”, “Dueña de mi inspiración” y “Ella no merece un llanto”.  Fue, sin dudas, un perpetuo intérprete del más sincero sentimiento popular destacado por su capacidad interpretativa y su audacia en el tránsito rítmico, destrezas con las que logró convertir sus vocalizaciones en joyas inmortales del pentagrama antillana.


Documento publicado originalmente en Dictionary of Caribbean and Afro-Latin American Biography. Franklin W. Knight y Henry Louis Gates Jr., Editores Oxford University Press, junio 2016. Este texto puede ser citado como base de investigación de estudios o como asignación de fines pedagógicos, siempre y cuando se le dé el crédito a su autor. Todos los derechos están reservados. No se autoriza su reproducción en medio impreso, técnico o de difusión masiva alguno, con o sin fines comerciales, sin la previa solicitud por escrito al autor y/o a la Fundación Ismael Rivera y su consecuente aprobación.


Ismael Rivera Rivera

PLACE OF BIRTH: 

Santurce, Puerto Rico

DATE OF BIRTH: 

October 5th, 1931

DATE OF DEATH: 

May 13th, 1987 

(1931–1987), singer and musician, was born in Santurce, a working-class neighborhood in San Juan, on 5 October 1931, the son of Margarita Rivera García (“Doña Margó”) and Luis Rivera Esquilín, a carpenter. From his childhood he dreamed of being a singer, even though his first jobs were shining shoes and working construction. As a child, Ismael Rivera would build rudimentary instruments with which he performed in his neighborhood. In 1948 he became the bongo player for the Conjunto Monterrey, led by Monchito Muley. Soon thereafter, in 1952, like many other Puerto Ricans, he was obligated to join the United States Army, but was quickly discharged because he did not speak English.

Ismael Rivera made his debut as a professional singer in 1954 together with the Pan-American Orchestra, led by Lito Peña. His first hit was “Chacha in Blue,” although he was better known for his performance of “Charlatán” (Charlatain). In 1955 he joined the combo of Rafael Cortijo, his friend, and found his place as one of the best voices in Puerto Rico with his vocalizations of “El bombón de Elena” (Elena’s Candy) and “El negro bembón” (The Big-Lipped Black Boy). He made everyone dance with “Con la punta del pie, Teresa” (On Your Toes, Teresa) and always with a peculiar saocothat one could only enjoy with “Tambores africanos” (African Drums).

As a singer with Cortijo’s combo, Ismael Rivera earned a salary of $32.80 per week, significantly less than the $55.00 that a typical construction worker earned. But he was so wholly absorbed with his music that he rarely worried about money or fame. The song “El bombón de Elena” aired on the radio at precisely the same time as “Charlatán,” positioning Rivera as one of the few national artists of the era to have two popular hits out at the same time, accompanied by different orchestras.

He remained with the Combo de Cortijo until 1962 when, returning to Puerto Rico after a musical tour throughout Panama, he was imprisoned in Lexington, Kentucky, accused of drug possession. For this crime, he spent four years in prison. Upon his release in 1966, a contract with the record label Tico, a part of the Fania Emporium, was waiting for him. Rivera restarted his musical career, forming his orchestra Los Cachimbos in New York City. With it he made eleven albums. In the interim, he played with Rafael Cortijo’s group on the albums Bienvenido (Welcome, 1966) and Con todos los hierros (With All the Irons, 1967).

His next musical collaboration with Cortijo occurred on 25 June 1974, during a concert held in San Juan with the original members of the band. The event resulted in the album Juntos otra vez, (Together Again), which was re-released in 1982 under the name Ismael Rivera: Sonero Número 1. Remembered for his screams of “ecuajei,” “maribelemba,” and “sacude zapato viejo,” Rivera left behind a musical repertory of multiple Caribbean genres.

During his time in New York, Ismael Rivera also sang with Tito Puente and, in 1971, the two recorded an exceptional album together with the distinguished percussionist Francisco “Kako” Bastar that they entitled Lo último en la avenida(The Last One on the Avenue). By 1979 he was considered the best paid artist at the record label, Fania, together with Celia Cruz.

Among his discography is the recording of a song with a soul rhythm, “Yo no quiero que te enamores” (I Don’t Want You to Fall in Love), which appeared on the album Soy feliz (I’m Happy) in 1975. Years later, in 1981, he was the hit of a Bob Marley and The Wailers concert in Paris, in front of an audience of 75,000 people. Additionally, he was the first black singer of popular music to appear on television in a national cinematographic production: Maruja (1959), followed by his performance in the Italian and French film Calypso and the Italian film Mujeres en la noche (Women in the Night).

Rivera’s musical career accelerated like never before. He was dubbed the “Sonero Mayor” (The Grand Sonero) by the Cuban Benny Moré. His most popular songs included “Mi negrita me espera” (My Black Woman Waits for Me); “Incomprendido” (Misunderstood); “Oriza”; “Perfume de rosas” (The Perfume of Roses); “Cúcala”; “El chivo” (The Goat); “Cara de payaso” (Clown Face); “Mi libertad eres tú” (You Are My Freedom); “La llaman solita” (They Call Her Lonely); “Dime por qué” (Tell Me Why); “Hasta mañana” (Until Tomorrow); “Traigo salsa” (I Bring the Salsa); “El pañuelito” (The Hanky); “De todas maneras rosas” (In All Ways Roses); “Hola” (Hello); and “Lo dejé llorando” (I Left Him Crying), among other songs that have been cemented into the history of Puerto Rican and Caribbean music. He also distinguished himself as a composer, with songs such as “Sola vaya” (Just Go); “Arrecotin arrecotán ”; “Amor salvaje” (Savage Love); “Aquí estoy, ya yo llegué” (Here I Am, I Have Arrived); “La cumbita” (The Little Cumbia); “Mi libertad eres tú” (You Are My Freedom); “El que no sufre no vive” (He Who Doesn’t Suffer Doesn’t Live); and “Besito de Coco” (Coconut Kisses). This last song was made popular by Celia Cruz.

The songs that Rivera performed told stories, in particular, “Micaela”; “Juan José”; “La hija de la vecina” (The Neighbor’s Daughter); “Perico”; “Madame Calalú”; “La gata montesa” (The Mountain Cat); “Los apuros de Miguel” (Miguel’s Predicament); “La sazón de abuela” (Grandmother’s Cooking); and “El pilón de Tomasa” (Tomasa’s Fountain). He also sang romantic songs such as “Tonto del amor” (Fool for Love); “Lágrimas puras” (Pure Tears); “Besitos de coco” (Coconut Kisses); “Dueña de mi inspiración” (Queen of My Inspiration); and “Ella no merece un llanto” (She Isn’t Worth the Tears).

Rivera’s legacy was that he, a faithful devotee of the Black Christ of Portobelo, transcended music, precisely at the time the country was enjoying a great racial revolution that placed the names of black athletes like Roberto Clemente and Peruchín Cepeda at the top of any list of celebrities. Starting in the mid-1980s, however, Ismael Rivera’s fame began to wane, and in 1983 he was diagnosed with throat cancer. Around that same time, the death of Rafael Cortijo, on his birthday in 1982, was an event that deeply affected Rivera. He died on 13 May 1987, at the age of 56, followed soon thereafter by his mother Margarita Rivera García (“Doña Margó”), the author of his hits “Maquinolandera” and “Las ingratitudes” (The Ingratitudes).

He was, without a doubt, a lifelong performer of the most sincere popular sentiment, distinguished by his stage presence, talents, and daring rhythmic transitions, all skills that transformed his music into some of the most memorable of the twentieth-century Caribbean.


Document originally published in Dictionary of Caribbean and Afro-Latin American Biography. Franklin W. Knight and Henry Louis Gates Jr., Oxford University Press Editors, June 2016. This text may be cited as a research basis or as an assignment for pedagogical purposes, as long as provided credit is given to the author. All rights reserved. Its reproduction in printed, technical or mass media is not authorized, with or without commercial purposes, without prior written request to the author or the Ismael Rivera Foundation and its consequent approval.

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